Se cierra el mercado y a las 10 horas, en Alemania, se lesiona uno de los futuribles titulares del equipo. Avisan que Khedira estará 6 semanas de baja y a uno le entran ganas de venir a un blog a desahogarse. Te das cuenta de lo peligroso que es el ego. Que tenemos que pagar el haber ganado la Décima. No era posible ganar la Décima y dejar las cosas tranquilas, seguir un ciclo. Las cosas así no pasan en el Madrid de Florentino.
En 10 días descubres que a Di María no se le quiere poner un sueldo de 8 kilos, ni siquiera sería de los mejores pagados de la plantilla. Te das cuenta que Xabi ha decidido marcharse en el último minuto y mal. Que un señor como Diego Lopez que decía que solo se iba si le echaban...termina yéndose gratis. Y a todas estas salidas aparece un timorato Ancelotti contándote una historia difícil de creer; la historia guionizada por Florentino. En esa historia los jugadores han sido o mercenarios, o sorpresivos, o faltos de palabra (Diego Lopez). Si solo fuera una caso miraría mal al jugador, pero una campaña tan bien orquestada comienza a preocupar.
Te acuestas un día tras levantar la Supercopa de Europa y miras emocionado el amanecer blanco, muy blanco. Una gran plantilla. Y te levantas esta mañana descubriendo que esa noche, mientras dormías, tu presidente estaba intranquilo. Su intranquilidad se debía al cuadre de cuentas, al deseos de plegarse ante los números de camisetas vendidas, de deseos de jugadores que no quieren competencia y de la prensa. Entonces comienzas a pensar que es el precio a pagar por ganar la Décima; el ego ha crecido, los jugadores han asumido un poder que va en aumento, que la prensa se ha adueñado del vestuario. Un vestuario que parece el camerino de los hermanos Marx. Ya no entras entre tanto jugador, presidente, asesores, entrenadores, jefe de prensa, periodistas amigos, agentes, representantes, representante de Adidas (ese que levanta la voz a los entrenadores para poner a sus muchachos).
Hemos pasado de tener a Keylor Navas de titular, un portero ágil que ha sido el mejor de la Liga, con un porcentaje de paradas superior al de Benji, con Diego Lopez complementando al costarriquense, a tener a un portero bajo de forma y al bueno sentado en el banquillo, perdiéndose en la nada en su mejor momento.
Hemos pasado de tener una medular imponente, con un presumible Kroos, Modric, Di María y unos suplentes como Xabi, Khedira y Isco...a sentarnos a ver salir a Illara falto de minutos e Isco fuera de forma.
Esto es el Real Madrid, un equipo que desde los tiempos de Santiago Bernabeu, no ha creído en ciclos. Ha parecido que sí o se ha intentando sin mucho éxito (los García, la quinta del Buitre y poco más). Pero está en su nueva naturaleza el constante cambio, algo que se asemeja más a una empresa o centro comercial que a un equipo deportivo. Hasta aquí lo que hay.
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